La pasión según G.H.
... Estoy buscando, estoy buscando. Intento comprender. Intento dar a alguien lo que he vivido y no sé a quién, pero no quiero
quedarme con lo que he vivido. No sé qué hacer con ello, tengo
miedo de esa desorganización profunda. Desconfío de lo que me
ocurrió. ¿Me sucedió algo que quizá, por el hecho de no saber
cómo vivir, viví como si fuese otra cosa? A eso querría llamarlo desorganización, y tendría yo la seguridad para aventurarme,
porque sabría después a dónde volver: a la organización primitiva. A eso prefiero llamarlo desorganización, porque no quiero
confirmarme en lo que viví: en la confirmación de mí perdería el
mundo tal como lo tenía, y sé que no tengo capacidad para otro.
Si me confirmo y me considero verdadera, estaré perdida,
porque no sabría dónde encajar mi nuevo modo de ser; si avanzase en mis visiones fragmentarias, el mundo entero tendría que
transformarse para que ocupase yo un lugar en él.
He perdido algo que era esencial para mí, y que ya no lo es.
No me es necesario, como si hubiese perdido una tercera pierna
que hasta entonces me impedía caminar, pero que hacía de mí un
trípode estable. He perdido esa tercera pierna. Y he vuelto a ser
una persona que nunca fui. He vuelto a tener lo que nunca tuve:
solo dos piernas. Sé que únicamente con dos piernas es como
puedo caminar. Pero la ausencia inútil de la tercera me hace falta
y me asusta; era ella la que hacía de mí algo hallable por mí misma, y sin necesitar siquiera inquietarme por ello.
(más en: https://www.siruela.com/archivos/fragmentos/LaPasionsegunGH.pdf)
Lazos de familia
Ya sentía la abstinencia, les acerco algo increíble de "Ella":
Amor (Lazos de familia, Clarice Lispector)
... "su juventud anterior le parecía extraña como una enfermedad de la vida. De ella había emergido lentamente, para descubrir que también sin la felicidad se vivía: aboliéndola, había encontrado una legión de personas antes invisibles que vivían como quien trabaja -con persistencia, continuidad, alegría-. Lo que le había sucedido a Ana antes de tener un hogar estaba para siempre fuera de su alcance: una exaltación perturbada que tantas veces se había confundido con una felicidad insoportable. A cambio, había creado algo al fin comprensible. Una vida de adulto. Así lo había querido y elegido"...
http://www.taller-palabras.com/Datos/Cuentos_Bibliotec/ebooks/Lispector%20Clarice%20-%20Relatos.pdf
Felicidad clandestina
Felicidad clandestina
Clarice Lispector
Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto
enorme, mientras que todas nosotras todavía eramos chatas. Como si no fuese suficiente, por
encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a
cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería.
No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un
librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era
un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos.
Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como "fecha natalicio" y "recuerdos".
Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella
era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente
monas, altas, de cabello libre. Conmigo ejerció su sadismo con una serena ferocidad. En mi
ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole
prestados los libros que a ella no le interesaban.
Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como al pasar, me
informó que tenía Las travesuras de Naricita, de Monteiro Lobato.
Más en https://bcn.gob.ar/uploads/posts/Felicidad-clandestina.pdf
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